Creen el bateador designado viola la regla número uno del béisbol


"1.01 - El béisbol es un juego entre dos equipos de nueve jugadores cada uno, bajo la dirección de un dirigente, a ser jugado en un terreno cerrado de acuerdo con estas reglas, bajo la jurisdicción de uno o más árbitros".

El párrafo anterior es lo primero que uno ve cuando abre el libro de reglas del béisbol. La regla número 1.01, un juego entre dos equipos de nueve jugadores cada uno.

Por tanto, el uso del bateador designado, adoptado por la Liga Americana, viola la primera regla del béisbol.


En otras palabras, sólo en la Liga Nacional se juega la pelota como fue concebida originalmente, aunque cada vez cobra más fuerza la idea de adoptar el bateador designado en el viejo circuito.

Es más, parece cuestión de tiempo para que esto pase, pues probablemente no exista otra liga o torneo en el mundo que se mantenga apegada a la originalidad del juego.

En el resto del planeta ya los lanzadores no batean y hay otro hombre que se encarga de consumir sus turnos en el plato.

Quienes defienden la idea del BD en la Nacional alegan, con razón, que es hora de pasar la página y ponerse a la par del resto del mundo.

Ello le ampliaría las posibilidades de conseguir trabajo a ciertos jugadores cuyas habilidades defensivas nunca fueron muchas o han mermado con el paso del tiempo, pero que mantienen intactas sus condiciones ofensivas.

Ya no escucharíamos más que Fulano o Mengano deben tratar de firmar con tal o más cual equipo de la Liga Americana, porque en la Nacional no tienen cabida.

El BD prolongó las carreras de muchos peloteros, incluidos el puertorriqueño Edgar Martínez y el dominicano David Ortiz, tal vez los dos mejores que hayan pasado por las Grandes Ligas en esa función.

Pero los más tradicionalistas defienden las cosas tal cual están ahora, como el último bastión del béisbol más puro, en medio de un asedio implacable de los cambios en el juego.

El hecho de que el lanzador ocupe un turno (usualmente el noveno) dentro de una alineación favorece a los propios pitchers cuando están en la lomita, pues enfrentar a un colega en la inmensa mayoría de los casos representa un respiro que muchas veces los ayuda a salir de aprietos.

Por ejemplo, un equipo está amenazando a la ofensiva, con corredores en bases, cuando le corresponde batear al lanzador.

Entra entonces el manager en una disyuntiva, en dependencia de la situación del partido.

¿Dejar batear al serpentinero o enviar un emergente por él?¿Qué tal si estamos apenas en los comienzos del partido, digamos un segundo o tercer inning?¿Qué tal si el pitcher que viene a batear está lanzando magistralmente, el marcador está cerrado y el equipo no cuenta con relevistas confiables?

En la Liga Nacional se juega un béisbol más táctico, con una serie de situaciones que no se ven en la Americana, como el doble cambio de jugadores, cuando un emergente sustituye al lanzador o el toque de sacrificio que muchos modernistas quienes abolir por considerarlo un out regalado, aunque muchas veces ponen a un corredor en posición anotadora y termina marcando la carrera del triunfo.

A no dudarlo, los managers de la Nacional están más obligados a pensar durante el partido, a apelar al llamado juego pequeño, más estratégico, y muchas veces vemos cómo los dirigentes de la Americana cometen serios errores en los choques interligas o en las propias Series Mundiales, cuando tienen que hacer esos cambios dobles en el line up, a lo que no están acostumbrados.

No le falta razón a quienes alegan que de momento, en los interligas sacan ventaja los equipos del viejo circuito, que refuerzan su ataque con un bateador designado cuando juegan en los terrenos de la Americana, mientras que estos últimos se debilitan ofensiva y tácticamente cuando van a los estadios de la Nacional.

Dejar las cosas como están ahora mismo complace a todos por igual, a los que les gusta el BD y a los que prefieren el béisbol en su estado natural.

Entonces, ¿por qué cambiarlo, si funcionan para todos los gustos? Lo que no está roto, no lo arregles, dice un refrán.

Pero si las Grandes Ligas terminan haciéndolo, como parece es la voluntad del comisionado Rob Manfred, entonces habrá que reescribir de una vez y para siempre la regla número uno del béisbol.

Jorge Morejón
ESPN Digital

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