La cosa funcionó -"había mucha química, la química rebosaba por los rincones", relata Jorge- y se casaron en agosto de 2009 en San Francisco de Macoris. Todo iba sobre ruedas hasta que su amor se dio de bruces con la férrea burocracia. Cuando intentó validar su matrimonio en España, el Gobierno cortó en seco las alas de Cupido.
El cónsul de España en Santo Domingo, Manuel Hernández, no se creyó su historia de amor y le denegó la solicitud de inscripción de matrimonio en el Registro Civil. El representante diplomático alegó la "inexistencia de relaciones previas" y también que había "serias dudas de que ambos contrayentes fueran a convivir como pareja, una vez que la ciudadana dominicana se encuentre en España".
Es más, en el escrito de denegación, el cónsul argumentó que se trataba "de un negocio jurídico simulado, posiblemente con finalidad económica o migratoria de carácter irregular".
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