Mariella tiene 8 años, pero pesa menos de 22 libras, tiene la piel arrugada, ha perdido el cabello y sufre de artrosis y cataratas: su cuerpecito de un poco más de 3 pies (94 centímetros) es el de una anciana de ochenta años.
Padece la enfermedad de la progeria o vejez prematura, y ella misma rastrea por internet las últimas novedades conocidas sobre su extraño mal. Porque lo paradójico es que los médicos que la atienden consideran que esa niña es mentalmente más adulta y tiene el cerebro de una persona de 10 años.
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