Le tomó casi siete décadas cumplir la promesa de matrimonio, pero Ted Wilks, de 92 años, y Sylvia Julia Bonnin, de 87, finalmente llegaron al altar este fin de semana después de comprometerse en San Sebastián en 1941.
Wilks era soldado del Ejército de Estados Unidos basado en Puerto Rico cuando le pidió matrimonio por primera vez a Bonnin tras dos años de cortejo bien vigilado. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial, la geografía y la vida impidieron que se cumpliera sus deseos hasta el sábado 14 de mayo de 2011, 68 años después.
Ted y Sylvia Julia intercambiaron los votos en una pequeña ceremonia ante familiares y amigos en la iglesia católica St. Edwards, de Carlsbad, Nuevo México, reportó el periódico Carlsbad Current-Argus, que tenía esta historia en su portada y era la vista de sus lectores en línea.
Un cura convenció a Wilks que no se casara con su prometida hasta que regresara de la guerra, entre otras razones. Sylvia se mantuvo en contacto con la familia del novio mientras estuvo en la guerra y por varios años más.
“Siempre supe lo que pasaba con su vida. Siempre tuve información todos esos años”, contó Bonnin al rotativo.
Con el tiempo, él se caso y ella también, pero nunca dejaron de pensar uno del otro.
Años pasaron y cuatro meses después de enviudar Wilks la llamó y se volvieron a encontrar el 14 de junio del año pasado en Carlsbad. Bonnin hizo cinco o seis viajes más a Carlsbad mientras continuaba involucrada en las operaciones diarias de la tienda de equipo electrónico de ella y sus hijos en Puerto Rico.
A él le preocuparon los viajes que se extendieron por 10 meses y comenzó a pensar que ella no se quería comprometer con alguien que tendría que cuidar. Todo lo contrario. Ella le aseguró que estaría con él por el tiempo que les quedara de vida.
“Me siento como de 18 o 19 años y voy a cumplir 92 dos días después que nos casemos”, dijo Wilks.
Cuando él le preguntó hace unas semanas si estaba lista para casarse, Sylvia respondió “he estado lista por mucho tiempo y por qué no te casaste conmigo en el 43?”.
Ambos no podían estar más felices porque se llevan bien. Tienen planes de mantener sus casas y compartir el tiempo entre ambos sitios. También esperan visitar San Sebastián y sentarse en el mismo banco donde lo hicieron muchas veces durante su cortejo.
La reseña periodística concluye señalando que ellos fueron su primer amor y serán su último.
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