El tradicional posado de la pareja real junto a sus familias en el balcón del Palacio de Buckinhgam ha puesto punto final a las celebraciones públicas por la boda del Príncipe Guillermo y Kate Middleton, quienes prevén pasar el resto de la jornada en el complejo, donde tiene lugar una recepción para un tercio de los invitados a la ceremonia religiosa y un fin de fiesta para los más allegados.
En una actitud más relajada que la que los obligaba la rigidez del acto solemne en la Abadía de Westminster, los novios se dieron el esperado beso, saludado por el paso de aviones de la Real Fuerza Aérea que cruzaron el hoy nublado cielo londinense, que sin embargo, no cumplió finalmente con las amenazas de lluvia.
Flanqueados por sus familiares, incluyendo a la anfitriona de Palacio, Isabel II, la pareja recibió también una cálida ovación por parte de los miles de personas que esperaban en las inmediaciones de Buckingham y a lo largo de The Mall, el corredor que desemboca en una de las residencias oficiales de la Reina. Muchos de ellos habían pasado la noche para asegurarse la mejor tribuna y entre los cánticos más populares figuraba el que reclamaba insistentemente el beso.
Una vez retirados, a los novios les espera una celebración dividida en dos partes, la primera, para 600 de los 1.900 asistentes y la segunda, para los 300 más próximos, a pesar de ausencias destacadas como la de la Reina, que ha decidido abandonar tras la recepción inicial a media tarde junto a su esposo, el Duque de Edimburgo, para dejar a los novios y a sus invitados la disposición de palacio.
Una opción que la llevará a perderse elementos clave en las bodas británicas, como el discurso del padrino del novio, en este caso, su hermano, el príncipe Enrique, así como del padre de la novia. El hijo menor de Carlos de Inglaterra y Diana de Gales encargó personalmente que a partir de las 3.00 horas de la madrugada se sirviesen sándwiches de bacon para quienes aún suguiesen en la fiesta.
DESFILE EN LAS CALLES
Durante el día, sin embargo, la fiesta está en las calles de Londres, donde una vez concluyó el cortejo real que llevó a los protagonistas de la jornada hasta Buckingham, miles de personas ocuparon las calles hasta entonces cerradas en dirección a palacio, para poder ver de cerca los saludos del ya matrimonio. En total, se calcula que unos 600.000 se congregaron en el corazón de Londres para ver de cerca la boda.
El improvisado desfile por The Mall contaba con la Union Jack como enseña principal, pero entre los paseantes había también banderas de Canadá, Australia o Japón y eran numerosas las personas disfrazadas con motivo de la jornada de fiesta, así como portando coronas o pancartas con originales lemas, como uno que mostraba la figura de la reina de ajedrez y rezaba: "Kate, te has llevado al Rey".
En este sentido, los lugares más emblemáticos de la capital están inundados con simpatizantes con el ánimo de la jornada, que finalmente se salvó de las lluvias que amenazaban con hacer aparición en el momento del cortejo. Amplios espacios como Hyde Park registraban más de 3.000 personas, una afluencia favorecida por el festivo que el Gobierno declaró la jornada para facilitar las celebraciones.
El príncipe Guillermo y Kate Middleton abandonaron la Abadía de Westminster para dirigirse al Palacio de Buckingham, en la carroza State Landau de 1902, la misma que hace 30 años habían empleado los padres del novio tras su boda en la Catedral de San Pablo.
OVACIONES
A su salida del templo fueron ovacionados por los miles congregados en el exterior, así como con el sonido de las campanas de la abadía, mientras el príncipe aprovechaba para ponerse los guantes blancos de su uniforme y la dama de honor y hermana de la novia colocaba el vestido de ésta, junto a los oficiales de palacio. El cortejo real se completa con cuatro carruajes más, en los que viajaron los familiares directos de la pareja.
La amenaza de lluvias no culminó, de modo que el príncipe y su ya esposa pueden recibir como estaba previsto su primer baño de multitudes desde que se convirtiesen en marido y mujer, con un itinerario que los llevó por algunos de los puntos más emblemáticos de la capital británica.
Así, a su salida del templo, desde la carroza tuvieron la oportunidad de saludar a las miles de personas acampadas que las últimas jornadas desafiaron al tiempo y al cansancio para asegurarse la mejor tribuna. El trayecto, de un cuarto de hora, tuvo Parliament Square como destino inicial.
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