Starlyn es ciego, vende galletas en el Metro y lucha por un mejor futuro

 


Imagina pasar de tener una vida normal, en donde tus únicas preocupaciones sean estudiar y llevar buenas calificaciones a tu hogar, a perder la visión en dos accidentes diferentes, cambiando por completo lo que hasta ese momento era tu percepción del mundo.


Esto es justo lo que le sucedió a Starlyn Manuel Batista Candelario, quien tras no recibir la ayuda solicitada se ha visto forzado a vender galletas afuera de una estación del Metro de Santo Domingo, con la única compañía de su bastón guía y una funda de comestibles.


Starlyn, tenía solo 9 años cuando se encontraba jugando con sus compañeros de colegio. Entre risas y bromas uno de los niños le pego una banda de goma en el ojo derecho, golpe que lo llevo a tener serias complicaciones, hasta el grado de perder la visión un mes después.


Años más tarde, trabajando en una panadería, con el objetivo de llevar un poco de dinero a la casa, sufrió un golpe con uno de los utensilios del lugar, que le ocasiono un desprendimiento de retina en su ojo izquierdo.


Según narra, no existe la posibilidad de recuperar la visión, ni siquiera sometiéndose a distintos procesos quirúrgicos.


Este cambio de vida no fue un impedimento para que el joven de hoy 36 años se mantuviera positivo y esperanzado en que Dios tenía algo grande destinado para él.


Siendo esposo y padre de tres hijos se ha visto en la obligación de trabajar en “lo que sea” para llevar el sustento económico a su hogar.


De acuerdo a Karina Pinales en el periódico El Nacional,  Starlyn se dedicaba a fabricar suapes para luego venderlos en colmados y otros locales que solicitaban su producto, pero al ser un negocio en donde las ventas no se daban todos los días, tuvo que cambiar la manera de conseguir dinero; es aquí donde comienza a vender galletas integrales afuera de la estación Centro de los Héroes del Metro de Santo Domingo.


Residente en Los Alcarrizos, se levanta de lunes a sábado a las 5 de la mañana rumbo a La Feria, bajo la oscuridad de la mañana y con la compañía de su bastón, sus gafas oscuras y una gran funda blanca de comestibles.


Ya en su lugar de destino, se para en la acera en espera de algún cliente, algunos solo lo observan, otros le preguntan que vende, mientras que unos pocos se animan y compran el producto.


Con la ayuda de “Cash Reader”, una aplicación que lee billetes en voz alta, Starlyn logra llevar a cabo su negocio sin ser engañado y produciendo entre 300 y 800 pesos diarios.


Sin embargo, resalta que lo que gana junto al sueldo de su esposa, quien trabaja como doméstica en una casa de familia, no está siendo suficiente para sacar adelante a sus tres niños, quienes se encuentran en pleno desarrollo de sus estudios académicos.


Cuenta haber solicitado varias veces ayuda del gobierno para obtener un empleo digno, sin embargo, no ha obtenido otra cosa más que promesas vacías y plazos que llegan sin respuestas esperanzadoras.


Decidido a no dejarse vencer, quiere terminar sus estudios básicos, pues, debido a diferentes circunstancias, incluyendo la perdida de la visión en su primer ojo, solo pudo llegar hasta séptimo grado.


Dando un paso a la vez en su formación profesional, está realizando un curso de masaje corporal y poco a poco se encuentra ahorrando para comprarse una camilla que le facilite ofrecer sus servicios.


Convencido de que este negocio saldrá adelante, en su funda de galletas guarda un pequeño paquete de tarjetas en las que ofrece sus servicios como masajista, y siempre que pueda las reparte entre las personas.


Es así como transcurren sus días, “unos mejores que otros” pero sin dejar de esforzarse para lograr tener un mejor futuro.

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